Mes de la Pachamama: una mirada desde la minería

Las montañas fueron objeto de culto en tiempos prehispánicos, algunos picos elevados fueron significados por el imperio Inca como adoratorio de altura, lugares donde se comunicaban con los dioses para pedir socorro o para agradecer bendiciones. 

Refiriéndonos a la minería, las significaciones andinas en torno a las montañas y cerros en Bolivia y Perú, presentan una visión más de lo sagrado.

El prefijo “pacha” engloba la noción tiempo/espacio/totalidad y “mama” sería el arquetipo germinante de cada producto o especie, el culto a la Pachamama celebra la abundancia. La montaña no es solo el lugar donde maduran los minerales, es también la encarnación de la Pachamama. 

En un marco de disonancias entre las creencias occidentales impuestas y otras visiones del mundo, la Pachamama logra relacionar al individuo con la vida de dos modos: tanto dentro del cerro como fuera. Dentro del cerro, en lo profundo de sus entrañas, el Zupay (demonio de la mitología Inca) es la fuerza masculina a la que se ofrecen sacrificios para obtener su buena voluntad, para que aumenten los tesoros ocultos en las colinas y a quien le sacrifican llamas para satisfacer su apetito voraz y que no se coma a los hombres que trabajan en la mina. 

A lo largo y ancho sobre los cerros, la Pachamama es la fuerza femenina que posibilita la producción para subsistir. Agosto es el mes especial para celebrarla, cuando ha llegado ya el sol de junio y la tierra se enfría, hay que cuidarla y darle de comer dicen los campesinos. 

Existe toda una mitología alrededor del tema que tiene que ver con la complejidad del sincretismo. Con la veneración de los mineros a la Virgen a la luz del día y con la devoción al diablo en la oscuridad de los socavones.

Los mineros de Perú concebían la tierra como fuente de riquezas y el Muki que vive en las entrañas de la tierra como dueño del mineral. El muki o anchancho es un duende de la mitología Peruana el cual se caracteriza por ser minero y, como tal, su existencia está circunscrita al espacio subterráneo: el muki habita en el interior de la mina. Creían que éste con su aparato genital sobredimensionado y erecto, de ojos rojos y dotado de un sentido de la visión muy desarrollado para ver en la oscuridad del socavón, perforaba con sus cuernos y extraía el mineral que prometía a los hombres quienes debían ofrendar para que los deje trabajar y les brinde mineral. (Salazar Soler 1987, en “Trabajo y sociedad”- Sociología del trabajo – Estudios Culturales – Narrativas sociológicas y literarias).

Los dueños de las minas respetan a rajatabla las costumbres ancestrales de los obreros. Los sacerdotes no pueden entrar y el Diablo no puede salir: la cruz Tatacajchu apostada en el ingreso de los yacimientos lo impide. Los curas no podrían entrar aunque se declararan devotos al Diablo, la razón es sencilla: no llevan pantalones. La sotana podría hacer que la Pachamama, amante del Tío, los confundiera con mujeres y estallara en un mortal ataque de celos. El Tío es conocido en Bolivia como un personaje mítico representado en la imagen del diablo de la mina. 

Ese carácter tempestivo de la Madre Tierra explica una de los mitos más difundidos de la minería subterránea: las mujeres son sinónimo de mala suerte. Si el Tío se enamorara de una visitante, dejaría de fecundar a su amante y entonces escasearía la plata. Pero, aún si no se sintiera atraído, la competencia femenina haría que la pachamama cerrara su vientre y sepultara a los trabajadores.

Cuando se trata de minería de socavón en Bolivia y Perú, las mujeres tienen el ingreso prohibido a la mina y esto se fundamenta en procesos políticos/religiosos/económicos desencadenados que posibilitan hablar del Tío. El diablo habita en los socavones, patrón de la mina en deuda con los hombres que lo alimentan, dueño de las vetas y del trabajo minero revela a los hombres los yacimientos a cambio de ofrendas. Y la pachamama, como la deidad andina femenina protectora y dadora de vida, de fertilidad, maternidad divina de poder fecundo a quien se le convida hojas de coca, alcohol y comida para agradecer lo recibido o pedir lo deseado. 

En la actualidad, los mineros de Potosí realizan ofrendas, piden permiso para sacar el mineral y dan las gracias por poder hacerlo y salir con vida de las explosiones con dinamita, los derrumbes y los accidentes. 

La producción

Encontramos aquí una vinculación distinta entre un lugar sagrado y una actividad productiva en el mismo, tanto en Bolivia como en Perú la extracción de minerales convive con las tradiciones y los cultos a la Pachamama, no éste el caso en Argentina.

Con el advenimiento de la minería moderna y con los nuevos roles que la mujer ocupa en el amplio espectro de las actividades laborales, hubo un giro mayúsculo a la vieja historia mítica de celos diabólicos.

En su mayoría a las minas subterráneas se le sumaron las minas a cielo abierto y, obviamente, aquí el diablo no tiene cabida. Se le acabó al demonio la oscuridad cómplice de los socavones profundos. 

Hoy en las grandes minas a cielo abierto los «dumpers», enormes camiones que transportan 200 a 400 toneladas de carga, son conducidos por mujeres. Son principalmente mujeres las que se capacitan para manejar esos gigantes computarizados a lo largo de los estrechos caminos que salen del fondo de la mina con forma de anfiteatro. Ellas tienen habilidades que las hacen igual o mejor conductoras que los hombres. Por eso no deja de extrañar que en Salta se le haya prohibido a una mujer ser chofer de ómnibus urbanos y que ésta haya tenido que llegar hasta la Corte Suprema de Justicia de la Nación para que le dé la razón.

Pero no solamente encontramos a las mujeres conduciendo los mega camiones, sino también en su rol de geólogas, ingenieras de minas, ingenieras metalúrgicas, químicas e industriales, ingenieras ambientales, técnicas mineras, laboratoristas, topógrafas, ayudantes de perforación, maquinistas, encargadas del catering, meteorólogas, médicas, enfermeras, especialistas en higiene y seguridad, control de personal, recursos humanos y responsabilidad social, logística, entre un sinnúmero de actividades que hacen al servicio minero directo e indirecto.

Teniendo presente que “mito” es una práctica social narrativa, una historia anónima que circula y se presta a nuevas significaciones en contextos distantes en espacio y tiempo, rememorar y tener presente esta historia nos hace reflexionar de cómo hemos llegado hasta aquí. 

En el sur la relación con la tierra no es así de sagrada, no se realizan ofrendas o sacrificios y no ven allí al Tío ni a la Pachamama, sino minerales y rocas, recursos naturales estratégicos. Es de celebrar la conciencia que se ha generado en el cuidado del medio ambiente, en el manejo responsable de residuos, en leyes que marcan el camino hacia el cierre de proyectos mineros, en leyes de contrato laboral que exigen la mano de obra local, en las medidas de seguridad para los y las obreras, y de que se ha bregado por una minería limpia, sustentable y responsable con el medio ambiente. Es la Pachamama la que nos provee de riquezas y nosotros debemos respetarla. Luego de más de 20 años de minería en Santa Cruz, el mensaje es claro: con responsabilidad, la madre tierra y la madre de la industria minera pueden convivir en perfecta armonía.

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